sábado, 2 de marzo de 2024

HISTORIA DEL AGUAJE Y EL ZAPOTAL

Hoy, en 2022, tras veintiocho años, reviso apuntes olvidados, de cuando adquirimos el primer pedazo del Aguaje, sitio en donde desde el 2008 tenemos nuestra casa y jardín. Año noventa y cuatro, probablemente, cuando converso con Asariel Hernández Gutiérrez, un tipo de setenta años, en su domicilio de Segunda Sur y Segunda Poniente en la colonia Madero. Leo esos papeles y en sus líneas encuentro información sobre antecedentes históricos del lugar. Que El Aguaje, por ejemplo, fue un predio pequeño dentro de la antigua hacienda y luego finca del Zapotal, en donde siempre ha estado. Justo en donde la finca colindaba con la ribera de Cerro Hueco, ranchería igualmente inmemorial.

Que el bosque, aunque era de propiedad privada, siempre fue de uso más o menos común para los vecinos, e incluso para las y los tuxtlenses en general. Que tiempo después, El Aguaje junto con el bosque y la huerta del Zapotal se convierte en una sección del ejido Francisco I. Madero, y que entonces, El Aguaje abarcaba dos o tres hectáreas sobre los escalones y hondonadas de Cerro Hueco, sobre la orilla nororiental del bosque. Floresta provista de cedros, mangos, coyoles, chicozapotes, camarones, aguacatillos, algo de pastura corriente y un arroyo; precisamente el arroyito del Zapotal.

La única familia que habitaba en las proximidades del Aguaje “era la de doña Gumersinda Megchúm y su esposo don Fausto Ramos, padres de Humberto, Manuel, Dionisio, Antonio y Hermelinda, [cuya propiedad] estaba asentada junto al camino real de Cerro Hueco: antigua vereda que venía de Tuxtla”, pasaba junto al panteón de la ciudad, atravesaba la finca San Juan Sabinito, reconocía aproximadamente la carretera anterior del ZOOMAT, cruzaba El Zapotal precisamente, y concluía en la casa grande de la finca Cerro Hueco. 

© Nuestra Sol precursora, viva desde 1899. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas (2016).

Justo a la izquierda de la explanada de la finca, rumbo oriental, con el tiempo se construye la famosa alberca deportiva del Zapotal ―hoy frente al acceso principal del Museo de Ciencias―, en donde detrás, a cien o doscientos metros se encuentra como siempre inamovible, la Laguna de Cerro Hueco, y la boca o entrada de la cueva, de donde sale el arroyo subterráneo… ¡La gruta de Cerro Hueco!

Sobre el viejo camino, antes de la última subida a la casa grande de la finca El zapotal, figuraba una bifurcación hacia el Norte, misma que tocaba la casa de los Megchúm Ramos, luego iniciaba el descenso por la Calzada de la Santa Cruz; camino que conectaba con la actual Calle de los Trabajadores, y después con el atajo que bordeaba el lado oriental del recién fundado Nuevo Centro de Población Ejidal (NCPE) Francisco I. Madero; vía que con el tiempo se transforma en la actual Calzada Caminera.

Antes, sin embargo, en el punto en donde hoy confluyen la Escuela Primaria Lázaro Cárdenas, la calzada de la Santa Cruz y la carretera de Cerro Hueco, justo ahí iniciaba el camino-ramal de la derecha que hasta la fecha atraviesa el llamado Arroyo Grande; bordea la ermita del Señor del Pozo y la Agencia Municipal de Cerro Hueco. Camino carretero que comunicaba las riberas del Cebollal, Tziqueté y lo que aún queda de la antigua finca Santa Rita, hacia el extremo oriental del municipio de Tuxtla, en su colindancia con Chiapa.

Arriba, en lo que fue la explanada abierta de la casa grande de la finca ―hoy estacionamientos, plataformas y edificios del Museo de Ciencias, tras su adquisición por parte del gobierno del Estado―, se establece originalmente un destacamento militar. Después alguna escuela con internado de varones, y años después la primera escuela normal rural, o su antecedente inmediato. Posteriormente se habilita el bosque del Zapotal como área de recreo, ejercitación física y excursiones; al tiempo que se construye el estanque deportivo mencionado en 1937 o 1938, durante la administración del gobernador Efraín A. Gutiérrez Rincón. Luego, en los años setenta se edifica ahí, el nuevo Centro Penitenciario del Estado; el tristemente célebre Penal de Cerro Hueco, vigente durante treinta años, mismo que finalmente se destruye para dar paso al Museo de Ciencias actual.

Pero volvamos a la casona blanca de doña Gumersinda, la de los Megchúm Ramos; la de adobes gruesos, horcones de madera labrados y tejas de barro, ubicada “frente al Higo y la Piedrona”, en donde durante la década de los sesenta funciona la primera escuela primaria Lázaro Cárdenas. Casa hoy desaparecida y sin embargo ubicable, junto a la carretera que va desde los Hoteles Mónaco, junto al Libramiento Sur, hacia el actual Museo de Ciencias. Punto en el que coincidía el camino de acémilas y carretas que venía del NCPE Madero, bordeaba el actual Parque Patricia, pasaba junto al ojo de agua o manantial del Aguaje, y comunicaba el milperío de aquí y de más arriba.

De modo que, de acuerdo con Asariel Hernández, nuestro informante, antes de la construcción de la carretera en 1937 ―la carretera que originalmente entronca en la Avenida Central de Tuxtla, junto a la estatua de don Ángel Albino Corzo―, el viejo camino de Tuxtla a Cerro Hueco “iniciaba junto a los chicozapotes del Hotel los Leones, sobre la Quinta Avenida Sur. Pasaba por la escuela primaria González Bocanegra, por el callejón del panteón municipal, junto a la Plaza de Toros y a un lado del rancho de don Héctor Maldonado (posteriormente fraccionamiento Maldonado)”. Después atravesaba [la finca] San Juan Sabinito, “pasaba al centro del ejido Madero, luego [por en medio del bosque] del ahora Parque Patricia” y subía a través del Aguaje actual, hasta conectar con el camino del Zapotal, en algún punto entre la casa de doña Gumersinda y el tanque de la entrada posterior del zoológico.

Y, a pregunta expresa sobre Doña Gume ―nombre con que los vecinos llamaban de cariño a doña Gumersinda―, Asariel responde según estos apuntes: “pues… cuentan que cuando se secaba el Arroyo Grande, o escaseaba el agua de Cerro Hueco, Doña Gume, bajaba al Aguaje a lavar la ropa de su hijamento, [llevando consigo], además de la ropa sucia, su batea de madera, jabón de cochi y [jaboncillo silvestre]. Celebraba en su casa, el mero veintiocho de junio y desde antes, la novena [de rosarios] y la fiesta del señor San Pedro [apóstol]. Era fiestera, y en esa fecha no faltaba nada en su casa. Había baile, marimba, cocido de res, tamales y trago bastante”.

E incluso, como parte de estos apuntes se leen dos anotaciones: Que precisamente en una de esas fiestas, a donde llegaban los vecinos de la ribera Cerro Hueco, “tiempos en que, en toda esta [área], desde San Juan Sabinito, el ejido Madero, Coquelequixtan, El Zapotal, Cerro Hueco y hasta los hoteles Mónaco y Los Pájaros, la gente llegaba a la celebración. Y en una de esas, en el cuarenta y cinco, o cuarenta y ocho, ahí en la casa de la fiestera Doña Gume, mataron al afamado don Miguel Sánchez”.

Y la siguiente: Que “todavía se recuerda una anécdota de la viejita pues… cuentan que cuando algún retobado, fuera ocasional o de la familia, se negaba a su comida, ella [oronda] les contestaba: ¡Ve por Dios! No te preocupés, hijo. Más se engorda la olla. Entre menos burro, más olote”.

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