lunes, 25 de septiembre de 2023

MACHISMO Y MASCULINIDAD

El tercer domingo del mes de junio, en México, Estados Unidos y otras naciones, se celebra el día del padre, aunque no con la misma algarabía o el entusiasmo que se despliega durante el feriado de las doñas, nuestras santas mujeres, madres, nueras e hijas. Y sin embargo la celebración está ahí, para recordarnos que no sólo la maternidad sino la paternidad también, ambas son elementos fundamentales en la formación de nuestros hijos. Puntales en la integración de las familias, actores de la composición societal armónica.

De modo que, así como el rol de las madres y de las mujeres en abstracto se revisa una y otra vez desde hace tiempo; se estudia, se discute y se revalúa, así también el papel jugado por las mujeres y los hombres que por mil razones se quedan solos con sus hijos asumiendo a la vez el papel de padre y de madre, debería ponerse sobre la mesa de los debates. Ya habrá tiempo después, en otra ocasión, para plantear los términos del asunto.

Hoy rocemos, aún con la yema de los dedos, solo el tema del machismo y la masculinidad del padre, del adulto y del hombre en general, cuestión que al igual que el de la maternidad y los diferentes roles de la mujer, debería revisarse y estudiarse en serio.


La figura del viejo, el sabio y experimentado, la del patriarca, la del padre correctivo e inflexible sobre todo frente a la imagen de la madre comprensiva, “dulce” y amorosa―, no debería eliminarse, sino quizá superarla, llevarla a otro nivel. E igual suerte debería correr la arraigada imagen del padre proveedor, dispensador, quien fuera de casa debe buscar el sustento de la familia. Así fue establecido por la liturgia de los matrimonios católicos desde hace algo más de mil novecientos años, solo que hoy corren otros tiempos.

No todo es cultura occidental, no todos somos cristianos. Los sistemas de creencias se han enmohecido y cada vez somos más agnósticos, ateos y librepensadores.

El machismo acendrado de la sociedad mexicana y el paternalismo con que se orienta la educación en nuestras familias, en Chiapas, va en franco retroceso. Esto gracias a la afortunada acción acultural de la educación pública escuelas, lecturas y profesores, y de los medios de comunicación. No obstante, Usted mismo sabe perfectamente todo lo que hace falta por hacer.

Apunto algunas alternativas tan sólo como ejemplo:

1. Eliminar de nuestras actitudes formales y espontáneas, la idea de que el varón desde niño, debe comportarse como tal, es decir, como varón, barraco, hombre, y no como un niño.

2. Desplazar la idea de que los muchachos y adolescentes deben conducirse como “hombres” y lo anoto entre comillas pues, a tal edad, aún las familias y demás instituciones se encargan de su formación socio-psicológica, y

3. Diluir y eliminar en algún momento, la idea según la cual, el adolescente, el joven y el adulto, deben “fajarse los pantalones”. No llorar, no sentir dolor, no manifestar cansancio o fastidio y mucho menos… ¡Cuidado!: no manifestar nunca expresiones de cariño, ternura, compasión, sensibilidad, agotamiento, debilidad e indisposición.

Los hombres ¾se nos dijo cuando pequeños, desde el seno de nuestras familias¾ debíamos ser fuertes ante la adversidad y el infortunio, y sobre todo, frente a las mujeres; fuesen niñas, adolescentes, compañeras de escuela, colegas, amigas, esposas. En esta nuestra cultura machista, la de Chiapas, la de México y Latinoamérica, el hombre en síntesis no tiene o no tenía derecho a desfallecer. Para ello está o estabala fragilidad de las mujeres y sus dotes histriónicas. Así se nos dijo y así se nos educó.

Aberración grave, pues antes que varones, todos hombres y mujeres, somos seres humanos, limitados, circunscritos, y corresponde ahora, a la sociedad entera, corregir tal estupidez, canallada mayor.

Los hombres, que se lea bien solteros, viudos, casados, amasios, maridos, amantes y arrejuntados, todos al igual que las mujeres: sufrimos, padecemos, toleramos. Sentimos el desamor de nuestra compañera, esposa o amante, y en general el extrañamiento y la proscripción de los demás.

Padecemos “como Jesucristo en la cruz” cuando nos abandonan. Sufrimos soledad cuando los hijos se van, lloramos nuestras penas a solas o acompañados de nuestras madres, compañeras o amigos, o incluso con algo de licor entre las tripas. De modo que, para machos, machistas y machines, como decimos coloquialmente: ya estuvo suave.

Nuestras familias deben formar hembras y hombres, mujeres y varones, niños y niñas, damas y caballeros, señoras y señores, féminas y majos como dicen en España, madres y padres, muchachos y muchachas. Personas o individuos. Sujetos y seres humanos en toda la extensión de la palabra: libres, autónomos, dueños de nosotros mismos y de nuestros sueños; desprejuiciados, amorosos, sensibles, compasivos, humanos. Nada más.

 

cruzcoutino@gmail.com agradece retroalimentación.

Permitimos divulgación, siempre que se mencione la fuente.

No hay comentarios.: