sábado, 20 de abril de 2024

TUXTLA, TOCHTLI, JUNIO 2009

Esto me acaba de ocurrir, aunque es la historia de todos los días. Tenía que entregar un par de actas de exámenes extraordinarios en la Facultad, pero también pasar a Telcel por una avería en mi teléfono. Salí del Aguaje a la una treinta y como siempre, desde hace dos meses desde que el Ayuntamiento tiene cortadas las vialidades de la Caminera y prolongación de la Novena, la Calle del Pensil a tope: con más hoyancos que parches buenos, siempre atestada de autos estacionados, camiones distribuidores, ambulantes, franeleros y policías. Llegué al negocio de los celulares, en donde un tipo en verdad profesional, me atendió de volada. Revisó el aparato, corrigió el desperfecto y asunto arreglado.

Llevo tiempo pensé, mientras ponía orden a mi ruta.

De todas maneras, atravesar la ciudad de oriente a poniente, por el Libramiento Sur, sería un despropósito seguía calculando para mis adentros. Todo está desquiciado: detenido el tráfico en el crucero de Copoya, congestionado el aforo por la ampliación junto a Home Depot, disminuido en el boulevard Ciro Farrera, cerrado totalmente muy cerca de Humanidades… en fin. Decido entonces cruzar la ciudad por la Avenida Central, la callesona de voy-y-vengo, la de antaño, la mejorcita.

Paso los topes de la zona militar, el puente peatonal de la Unicach (aprovechado ahora como escaparate del gobierno y empresas afines), la terminal de colectivos en que se ha convertido el Cinco de Mayo, y de ahí hasta la Segunda Oriente pues… ¡Lo que nunca imaginé!: un piquete de policías cierra el tráfico junto a Eros. Al saber por qué razón. Doblo a la izquierda al no haber otra opción, y ahí voy… por en medio del maremágnum de la zona comercial del centro, aunque salgo ileso, y claro, también mi pequeño Pontiac, tras topes y baches, frenazos, acelerones y claxonazos, rechiflas, mentadas y pregones agrios.

©Pontiac rojo, Chiapas, Año 2014

¿Continuar por el Hospital y seguir por la Novena? No. Ni madres. Ni lo mande Dios hablo a solas. Mejor por la Octava, como hacen los taxistas, para ahorrarme varios semáforos. Llego hasta el tope de La Lomita y ni modo... ahora sí, a entrarle al tráfico de autobuses y camiones de la Novena. Me lleva una eternidad librarme de la curva y entonces decido salir hacia el Libramiento. Tuerzo a la izquierda, rotonda del Chamula y me descuelgo. Ya estoy dentro del fluido. Ahí me cierra el paso una combi-ataúd, por la derecha rebasa un taxi, el volteo de adelante esparce arena a bendición y, justo debajo del puente peatonal del Fraccionamiento Zoque, todo el tráfico para en seco.

A punto estoy de quedar en medio de una carambola pues… niños uniformados ¡Jijos de su mal dormir! han atravesado el río vehicular como si nada.

Continúo luego de que el corazón se me ha salido por la boca, aunque frente a Home Depot, otro atasco: un traxcavo y tres o cuatro albañiles, sin chalecos visuales, sin previsión ni protección ninguna, abren un agujero enorme, obstaculizan los carriles de la derecha. Y a tragar camote... pues lenta, lentísima es la circulación y aún más, adelante. La maquinilla esa, la del dragón no sé qué madres, santificada por San Juan, San Jaime y sus acólitos, obstruye el tráfico del carril contrario. A medio día re-encarpetan el Libramiento, hágame Usted el favor, pudiendo hacerlo por la noche, digo, en consideración a que éste se ha convertido uno de los tramos de mayor circulación.

Me libro por fin del crucero-Boulevard Ciro Farrera, pero ahora son los propios tránsitos los del cascabel. Sí. La Policía de Tránsito Municipal: tres, cuatro patrullas y un enjambre de policías observan el remolque de un par de coches averiados, mientras otros según ellos “agilizan” el tráfico con más pitos, banderas y sombrerazos que acciones inteligentes. Y no me lo va Usted a creer: ¿Recuerda a qué horas salí? A la una y media. Pues bien, ya son casi las tres de la tarde. Lo bueno, después de todo, es que avanzo.

Rebaso a tres conductores lelos, y a las cansadas por fin, ¡Ufff!... por fin llego a la entrada posterior de la Facultad. Voy a la oficina de Control Escolar, toco la ventanilla, entrego las actas de examen, estampan el sello oficial, muchas gracias me dicen, hasta luego, que le vaya bien, aunque… desafortunadamente debo volver al martirio: atravesar de nuevo la ciudad para llegar al Aguaje. Me enfundo en el pontiaquito y va de vuelta. Quiero entrar al río vehicular rumbo al oriente, pero es imposible. La calle está a todo lo que da, repleta.

Los bocinazos y arrancones me ponen de nervios. Las caras sudorosas e irascibles de los conductores dan miedo. Una mujer sin embargo se apiada: “pase” entiendo que me dice cuando alza la mano, e incluso me observa con un gesto amable. Válgame Dios, pienso, y ahí voy, ¡Adentro!

Doblo a la derecha tres calles adelante y atravieso el centro de Terán. Entro por un callejón de tierra, basura y perros muertos, salgo a la principal pavimentada la del puente nuevo sobre El Sabinal, paso junto a uno de los cien templos mormones recién construidos, y a la derecha, ante la inesperada detención de un taxi, me incorporo al tráfago del Boulevard B. Domínguez. Son tantos los colectivos, como abundante el pasaje de la Universidad y de los centros comerciales del rumbo, que nadie respeta paradas. Todas las combis-ataúdes compiten entre ellas. Todas rebasan y zigzaguean sin prudencia y no me queda más que ir a vuelta de rueda, hasta el crucero de la antigua fuente Mactumatzá.

Bueno que el pontiaquito ha resultado con buen clima, que si no ¡Válgame Dios! Afuera se ve a la gente en mangas de camisa, los conductores mientan madres, se les escurre el sudor por las sienes, quisieran tragar a todos con los ojos. El calor ha de estar arriba de los cuarenta grados. Pero bueno, yo me desafano. Entro a la bifurcación de la derecha, hago un par de malabares, dejo el tráfico que va hacia la prolongación de la Novena, paso por debajo del puente de La Antorcha y ya estoy en el Libramiento. ¡Ajúa! Libramiento ahora mismo vacío, pues como he dicho, hacia el poniente está todo obstruido.

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