sábado, 27 de abril de 2024

LA VENDE TIJERAS

Personajes típicos, personajes costumbristas y populares, aunque con mayor propiedad “personajes típicos-populares”, son las personas extravagantes, excéntricas, liberales, perturbadas, desaprensivas y caprichosas… todas conocidas por los vecinos de las zonas espaciales que habitan, transitan o por las que deambulan. Son fácilmente identificables en todos los intersticios del mundo: rancherías, parajes, pueblos, barrios, ciudades, regiones. Son quienes hacen reír, sonreír, asustar y hasta enfadar a propios y ajenos. Son quienes, siendo nosotros aún pequeños, pueblan nuestro imaginario infantil con ogros, monstruos y fantasmas.

Con ellos conocemos el miedo, el recelo y la distancia. Con ellos aprendemos las conductas intencionales, precavidas, desconfiadas. Con ellos, en síntesis, conocemos el mundo.

Ya de viejos, son nuestros vecinos entrañables; de quienes nos mofamos, o con quienes intercambiamos disparates. Jugamos y chanceamos con ellos; los convertimos en el blanco de burlas, o descargamos en ellos fobias y resentimientos. Son parte de nuestros vecindarios y en ocasiones hasta los protegemos. Regularmente son dementes, trastornados, gente abandonada por su familia; íngrimos, pobres, viciosos; alcohólicos, drogadictos o inválidos; autistas, antiguos delincuentes y vagabundos... Aunque hay otros, diferentes, los más escasos, quienes se comportan como verdaderas “personalidades”: tipos ilustrados, industriosos, bien vestidos, conversadores, educados, dueños de su propia vida e incluso líderes de opinión, aunque regularmente —imaginamos todos— algo deschavetados.

O bien, quienes se convierten con el paso del tiempo, en personajes tremendos, en verdad temibles. Es el caso de doña Tijeras, la Vende-tijeras o la Señora de las Tijeras, asunto central de esta historia. Quien bien a bien nadie sabe su nombre, nadie conoce su familia y menos dónde o con quienes habita. Y me refiero a Tuxtla Gutiérrez, en donde abundan estos nuestros personajes, como en cualquier pueblo o ciudad del mundo. Hagamos de memoria un pequeño recuento: don Ruma, La Chiapa, La Chancluda, La María-Cartones, El Pituca, El Pajarito, El Tury, El Poldón, El Arrepiéntete, El Señor de los Perros, El Parachico-divo, El Chinchín-arrecho, La Thalía Esquitera (la de los esquites), La Garroba Peleonera, La Cocha Cuina, La Nancha y El Nopa, entre otros.

 La Vende-tijeras —dicen, decimos todos— aparece apenas a finales de los años ochenta del siglo pasado. Era joven, naturalmente, enérgica, fuerte y flaca, aunque su oficio hasta hoy no ha cambiado: vender a hombres especialmente, tijeras, lápices y especias… canela, clavo, pimienta negra y tomillo. Orégano, azafrán, anís y quién sabe cuánta cosa. Pero lo más importante e infaltable: sus tijeras medianas, brillosas y puntiagudas. Nuevas y auténticas. Marca Barrilito, muy mexicanas.

© Para que no se nos olvide. Doña tijeras. Tuxtla Gutiérrez. Dominio público

 Su rumbo y área de mercado es el lado central nororiente de la ciudad, razón por la que regularmente merodea el jardín del Cinco de Mayo, el mercado de junto, la Parroquia del Carmen y la clínica-hospital del Seguro Social, junto al antiguo Parque Madero. Aunque de repente se le observa en la Plaza Central de la ciudad, en el atrio de San Marcos y hasta en las entradas de la catedral y los palacios del gobierno estatal y del Ayuntamiento.

 Antes calzaba sandalias, su cabello era lacio y negro, sus vestidos y fustanes algo más limpios. Sin embargo, hoy seguramente la vejez y el abandono le han transformado: descalza y sucia, pies callosos y agrietados, tez reseca y algo jorobada, cabellos entrecanos e hirsutos… perpetuamente peregrina, siempre deambula con su morraleta asida al brazo izquierdo, la de siempre, plástica y a rallas.

 “Oí vos. Comprame esta tijera. Hey, a vos te’stoy hablando”. “Ya pues, comprame esta tijera. Es Barrilito. Está nueva, mirá. Viene en su estuche”. “Comprámela, cabrón, no he vendido nada y ya es bien tarde”. “Comprámela. Se ve que tenés paga”. “Miralo. Brillosa y puntiaguda. Comprámela no seás talega”. Toavía no junto pa’la comida. Comprámela”. “Mirá qué filosa está. Comprame una, no seás cabrón”.

 Y así, con esta retahíla de frases y palabras, va y viene por el Cinco de Mayo, pregonando su producto estrella. Le mienta la madre casi en un susurro, a quienes no le compran. Baja la calentura de los enamorados y tentones. Pone en su lugar manos y minifaldas. Impacienta a los plantados. Y hasta segunda vuelta da a quienes tranquilos sombrean sobre las bancas, bolean sus choclos, fuman cigarros, beben café junto al Jaime Sabines. O esperan el colectivo, el Conejobus o a la novia. Todo tranquilo, aunque en ocasiones, el humor se le desparrama.

 Mienta madres a quienes se resisten, blande la tijera, abre y cierra sus cuchillas, rebrillan sus puntas a la luz del sol y dice al que tiene a la mano: “Mirá cabrón qué nuevecita. Mirá qué filosa. Bien aceitada y afilada”. E incluso levemente pincha el costado de sus clientes sometidos… quienes se espantan y huyen, o quienes se persuaden y compran.

 Cuentan que en una ocasión —y esto es aún reciente— tres chavales, ahí junto al Mercado del Parque, le siguieron la corriente. Se burlaron de ella y hasta le quitaron la tijera de las manos. Rezongaba y… desencajadas voces, gritaba la pobre doña Tijeras. Aunque al rato se acercó al menos activo y avispado. Se puso detrás y le tomó por sorpresa. Estiró la mano y fue derecho al manojo, por detrás y entre las piernas del chavo. Le apretó y jaló, y así le hizo gritar y trastabillar, haciéndole recular todo lo que quiso. ¡Anda jijos de su chingada madre! Gritaba, mientras al pobre diablo, le daba la lección de su vida. ¡Ahora sí se los cargó la verga! ¡La próxima vez les voy a meter la tijera, pero ya saben dónde, cabrones, malnacidos!

¡Se las voy a meter en el culo, desgraciados! ¡Montoneros! ¡Bola de cabrones!

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1 comentario:

Anónimo dijo...

GRACIAS COMPADRE POR TAN INTRESANTES CRÓNICAS...Y NUESTROS PERSONAES CONCORDEÑOS CUÁNDO?