Hace tiempo reflexioné sobre nuestra perspectiva ideológica de izquierdas, posición política adoptada desde finales del bachillerato, tras apenas un año de nuestro paso por el seminario formador de los ministros de la iglesia católica. Visión de ese tiempo, mantenida hasta hoy a pesar de no haberme incorporado nunca a ningún partido político. Situación que nos permitió formar parte de movimientos y organizaciones, igual que haber desarrollado observación electoral. Imparcialidad desde la que impulsamos participación, civismo, ciudadanía, democracia y derechos sociales. Igual que calificamos elecciones desde el órgano electoral local.
Ahora, tras algunas sugerencias y mil vueltas, hemos de hacer explícito nuestro pensamiento sobre las ideas, la voluntad y las aspiraciones que permean la inteligencia de quienes gobiernan desde el Estado Nacional, el gobierno y el Estado federal; el régimen de la confederación de los estados de México. Ello es, desde la esencia del pensamiento del conjunto de movimientos y organizaciones que constituyen al partido político que ahora, por primera vez en la historia de México, gobierna desde cierta perspectiva de izquierda.Esencia o síntesis expresada desde el Palacio Nacional, o lo que es igual, desde la voz del primer presidente de la República surgido de la izquierda, y en particular desde el partido MORENA y movimientos y expresiones políticas constitutivas, al igual que de aquellos partidos y movimientos más o menos afines.
De modo que para ello deberíamos plantearnos: ¿El gobierno de la federación mexicana pretende, sin el aval del tiempo, sin el aval de los informes de quienes estudian la economía, la administración pública, y la transformación política del país, erigirse en un gobierno parteaguas, transformador de la vida pública nacional? ¿Sin el respaldo de la opinión pública acrisolada, y sin las garantías de la mismísima historia ―incluidas realidad sociopolítica, ideología, democracia e identidad sociocultural de México―, en el horizonte del tiempo reciente, contemporáneo?
Preguntas cuyas respuestas son complicadas, pues en primer lugar tendríamos que saber si existen, si son verdaderos los cambios que se pregonan. O, evaluar si son plenamente sostenibles en términos de política interior, geopolítica regional, economía doméstica y economía mundial, los cambios que se pregonan en el ámbito de las políticas públicas más sensibles. Ámbito al menos de estas diez líneas fundamentales:
1. Reorientación
del gasto y de la inversión pública, 2. Redistribución del ingreso, vía subvenciones,
subsidios y transferencias, 3. Fortalecimiento de la hacienda pública, 4. Reasignación
de las cargas tributarias, impositivas, 5. Nueva estrategia de seguridad
pública nacional, 6. Revisión del equilibrio de los poderes del Estado, al
nivel central y del territorio nacional, 7. Reapropiación del patrimonio
nacional e inversión foránea, 8. Reorientación regional de la infraestructura
productiva, 9. Incremento del empleo y mejora salarial, y 10. Combate a la corrupción,
al derroche, a la ineficiencia, a la impunidad y al autoritarismo
gubernamental.
Cuestiones que bien podrían sintetizarse en dos grandes rubros: a) Reorientación de las políticas públicas, y b) Probable redireccionamiento del marco jurídico nacional. Ello a la luz de lo que llamamos arriba “política interior”. Espacio en donde incide nodalmente la calidad ideológica de la élite gobernante; las certezas ideológicas de esa izquierda autófaga que hoy desplaza, margina (y quizás elimina) a las y a los dirigentes sociales-históricos del largo peregrinar de la izquierda mexicana contemporánea y… habría de considerarse la penetración degradante de los agentes originados en las organizaciones, formaciones y partidos del antiguo régimen.
Ahora bien, es natural que tras esta evaluación se esboce alguna respuesta. Sin embargo, tal valoración debería efectuarse después de haber concluido el presente ejercicio gubernamental, e incluso tras haberse consumado dos o tres períodos sexenales de posible continuidad. De modo que tendríamos que esperar el veredicto de la historia. Igual como ocurre a principios del siglo XIX, cuando avanza la mutación ideológica del virreinato, el despertar de los criollos mexicanos, la fermentación social, y las batallas y escaramuzas del ejército insurgente. Acumulan fuerzas y al fin se consolida la independencia nacional.
Así que, si estamos dentro o fuera, enrumbados o ajenos a la trayectoria, en los prolegómenos o en los inicios de una verdadera transformación, no lo sabemos. Nadie podría saberlo sino hasta pasado el tiempo, tras alguna distancia, y después de conocerse la experiencia, la historia de este momento. Sólo entonces podríamos saber si se inició algún proceso de transformación sociopolítica nacional, si continúa tal proceso, o si en algún momento logra consolidarse.
Por lo demás, cabría plantearnos: ¿Ocurrirá en verdad, alguna transformación duradera y profunda? ¿Cambio, innovación, reforma, revisión o revolución? Tampoco hay forma de saberlo. Lo que sí es cierto es que la presente administración federal ha aplicado a la política y al gobierno nacional una especie de golpe de timón. Y también es cierto que a lo largo de la historia del México que conocemos, han ocurrido francas transformaciones.
El gobierno de MORENA o del presidente López Obrador se autonombra iniciador de una cuarta transformación del Estado, de la sociedad y de la cultura, que seguramente hace referencia o memoria a los tres hitos socialmente revolucionarios de la historia del México independiente: a) la consumación de la Independencia Nacional, b) las leyes y la Guerra de Reforma, y c) las guerras de la Revolución Mexicana y el período propiamente revolucionario.
Sin embargo, podría también estar refiriéndose al establecimiento de: a) la Primera República Federal, que incluye al Primer Imperio y a la república centralista, 1821 a 1835, b) la Reforma Juarista o del Liberalismo Social, período que incluye la guerra de los tres años (1857-1861), las primeras Leyes de Reforma, el Segundo Imperio (Maximiliano de Habsburgo, 1863-1866), y la República Restaurada (1867-1876), y c) la Revolución Mexicana con sus cinco fases bien marcadas: las Guerras de la Revolución (1910-1924), el período de la Revolución Social (1925-1940), el Callismo (1925-1934), la Guerra Cristera y demás extremismos (1926-1938), y el Cardenismo (1935-1940).
De modo que esta pretendida Cuarta Transformación no hace referencia, como muchos piensan e incluso escriben, a los períodos en que se subdivide y estudia la historia nacional, sino exclusivamente a sus momentos socialmente estelares. Por lo que, de entrada, la propia idea de una “cuarta transformación”, descalifica las demás etapas por las que transcurre la historia nacional. Ello es:
a) El período de 1836 a 1862, de anomia social, desinversión, decrecimiento de la economía nacional, conservadurismo y sobre ello, el caciquismo del desleal traidor Antonio López de Santa Ana. b) El Porfiriato que consolida el liberalismo económico y formaliza el capitalismo en México. c) El lapso de 1940 a 1982 de relativo crecimiento, presidencialismo sexenal y consolidación del régimen de partidos, aunque de agotamiento de la Revolución y del modelo de capitalismo de Estado. Y d) la Implantación del Neoliberalismo Económico entre 1983 y 2018, a manos de los defenestrados De la Madrid Hurtado, Salinas de Gortari, Zedillo Ponce, Fox Quezada, Calderón Hinojosa y Peña Nieto.
Así que,
podríamos concluir en que, igual como ocurre durante el impulso del liberalismo
social, etapa de las reformas juaristas y de las enconadas divergencias entre
liberales y conservadores, hoy son evidentes los avances de la izquierda y su
programa de reivindicaciones sociales. Aunque ello no garantiza su continuidad política
absoluta en el horizonte del país. Pues hace falta tiempo.
Tiempo para permear a la Nación con estas nuevas ideas, en especial en las entidades más tradicionalistas y testarudas. Tiempo para demostrar a inversores, empresarios y clase media, la conveniencia de afinar la estrategia de autonomía corporativa, subsidios selectivos ―en especial al campo y a la agroindustria doméstica―, incluyendo racionalidad empresarial y crecimiento.
Tiempo, asimismo, para observar y ponderar logros, fortalecimiento y consolidación. Tiempo para observar el desenvolvimiento de MORENA y sus aliados; partidos cuya eficacia e inserción social no acaba de configurarse. Tiempo para advertir y evaluar las habilidades políticas de los nuevos gobernantes jóvenes, y en especial lo más sensible: Oportunidad de aplicar olfato, tacto, resolución y sagacidad desde los liderazgos centrales. Para encauzar productivamente la participación de quienes, con otros vicios, o “usos y costumbres” diferentes, hoy se incorporan a tropel a las filas de este programa de transformación social, política y cultural del país. Programa que insistimos, apenas se inaugura e inicia su itinerario o marcha.
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© Y al
centro… ¡El merolico! Ciudad de Guatemala (2010).
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