por Antonio Cruz Coutiño
Discurso inaugural pronunciado en el Aula Magna de la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca (España), a propósito de la tesis doctoral “Integración de secuencias discursivas. El caso de los mitos y leyendas de ascendencia maya en Chiapas (México), vinculadas a la creación del hombre y su entorno”. La lectura y defensa de la tesis valió la concesión del Summa Cum Laude, por parte del Tribunal Académico del Departamento de Lengua Española. Bajo el título “De Chiapas a Salamanca. Rasgos metodológicos de una tesis doctoral”, fue publicado en 2009, en la Gaceta UNACH (Vol. VII, Núm. 10). pp. 34-35.
Profesoras y profesor, respetuosamente. ¿Qué podría decir ahora a Ustedes, que no haya escrito en el documento que tienen en sus manos y que, en consecuencia, no hayan leído antes, para no repetir ni fastidiarlos? Creo que ello es cuestión delicada, aunque no tanto si… me permiten expresar emociones. Pedirles disculpas, por ejemplo, ante la dificultad que seguramente encontraron al leer el informe, pues el titipuchal de horrores ortográficos y de coordinación que encontraron, yo también los descubrí, pero cuando ya era demasiado tarde, cuando ya el documento iba en pos de ustedes.
Digo también que ha sido estudiar los cursos formales del doctorado, saldar los créditos de la suficiencia investigadora (con la orientación de mis profesores Zamora Salamanca y Julio Borrego), y haber emprendido esta investigación, el reto más grande de mi vida hasta hoy, a pesar de mi edad; sobre todo porque no soy filólogo ni lingüista, sino sociólogo y algo entendido en extensión y planificación regional. Además, no me dediqué a la academia nunca, sino hasta hace apenas seis años.
Debo decirles, sin embargo, que, si decidí estudiar este doctorado, fue porque deseaba conocer y aprender a usar al menos algunas herramientas de la lingüística, la pragmática y el análisis del discurso, a fin de facilitarme el conocimiento y estudio del patrimonio cultural de Chiapas, aunque en especial su tradición oral, las diversas manifestaciones sociolingüísticas de mi tierra.
Ya había iniciado como pasatiempo esas indagaciones, pero me hacían falta recursos metodológicos para hacer más eficaz ese trabajo. Necesitaba profundizar, formalizar, sentirme seguro. Y si decidí estudiar el doctorado en humanidades y análisis del discurso aquí, en Salamanca —no en México ni en ninguna otra parte—, fue por el prestigio de esta institución, por su universalidad y buena fama, e incluso por el cariño que se le tiene en México.
Provengo de una facultad de humanidades, y entonces, siempre me pareció humanista y muy sensible esta Universidad; amante del lenguaje, de las ciencias de la humanidad, de la geografía, la antropología y el derecho. Cultivadora de todas las filologías, por encima de cualquiera de las universidades españolas. Recuerdo también, que antes de decidirme, pensé en Fray Bernardino de Sahagún, padre de la antropología en México, e incluso leí algo de su Historia General de las Cosas de Nueva España.
Pensé en él, en sus estudios aquí, en las aulas de Salamanca entre 1523 y 1528, en su partida hacia Veracruz, y en su vida de misión, instrucción y estudio por el altiplano de México, desde 1529 y hasta 1590, año de su deceso. Con el tiempo hasta su pueblo conocí, en la provincia de León, por el rumbo de Palencia.
Ya estando aquí, estudié un poco más su obra, el formidable y abundante Códice Florentino, así llamado mientras se mantuvo oculto o incautado en Florencia, o al margen de la difusión y de las ediciones masivas. Así que, al dimensionar la magnitud de su trabajo lingüístico y antropológico, que se expresa en la codificación de la antigua cultura náhuatl, me convencí de seguir adelante en el proyecto. Es decir, aprender aquí lo más que pudiera, a semejanza de Fray Bernardino, y regresar pronto a la identificación, sistematización, comprensión y estudio de la mitología vigente de los pueblos mestizos e indígenas de ascendencia maya, en Chiapas.
Si Fray Bernardino —pensé por esos días—, siendo leonés, franciscano, hombre de fe, súbdito español y sin tener nada que ver con las Indias Occidentales, fija una parte importante de la memoria de México… yo, con mayor razón, obligado estaba a empeñarme en esto. A intentar algo por el bien de mi tierra. Así que, durante las dos largas temporadas de estudio formal aquí, me di tiempo para seguir hurgando el rimero de leyendas que venía coleccionando desde tiempo atrás, y que en ese momento eran alrededor de cuatrocientas.
Incluso en uno de los trabajos tutoriales revisé y logré definir para ellas, con el auxilio de mis asesores, cierta tipificación-descripción, aunque general… bastante esclarecedora. No conforme con ello, la compilación en proceso siguió su ritmo, conduciendo desde acá a dos muchachos universitarios que me apoyaban en Chiapas.
Luego vino la urgencia de formular el proyecto de investigación que serviría de base para la elaboración de la tesis doctoral, y entonces sí que me puse a trabajar. Quiero decir: a trabajar como nunca, pues pronto debía plantear ahí, de modo coherente, mi sospecha y la presunción de otros antes que yo —entre ellos, historiadores, folkloristas, antropólogos, etnógrafos y lingüistas—, de que los mitos y leyendas de los pueblos mestizos e indios latinoamericanos son, fundamental, aunque no exclusivamente, herencia ideológica y cultural de las civilizaciones mesoamericanas, prehispánicas.
En primer lugar, debía acotar los límites del universo en estudio, y decidí enfocarme a Chiapas, por más grande e inasible que pareciera esta provincia. Decidimos, mi director de tesis y yo, avocarnos al estudio de sólo un pequeño segmento de la cosmovisión de los mayas antiguos y de las modernas comunidades mayas. Los mitos relacionados con la creación del hombre y su entorno. Adoptar en ello, una visión comparativa, diacrónica y de larga duración. Todo para intentar probar una hipótesis: la afinidad e incluso filiación de los mitos y leyendas de los pueblos de Chiapas con la cosmovisión antropocéntrica de los mayas del Clásico y Posclásico.
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Terminé la formulación del proyecto y, en cuanto obtuve la autorización para trabajar en ello, me volví a México y ahora sí, a meterme en este berenjenal. En primer lugar, la Compilación no había avanzado tanto como yo deseaba, por lo que fue necesario apresurar el paso, para entonces sí, obtener de ella, una muestra holgada, representativa. En segundo lugar, pasar a la discriminación o selección de los textos que integrarían el corpus del estudio, implicaba revisarlos uno a uno. Luego, cuando la colección se redujo a un tamaño manejable, emprendí la relectura de todos los textos, la redacción de la pequeña síntesis de cada uno, la identificación de los personajes y demás elementos de la ficha de filiación. En dos palabras: trabajo y más trabajo como en feria.
Después, superado el escollo y ya con el objeto de estudio tangible, sobre la mesa, lo que debía hacer era clasificar los textos, así que ahí me ven. Me puse a escudriñar las experiencias y aportaciones morfo-lingüísticas de Vladimir Propp ―a propósito de las narraciones literarias rusas―; la metodología histórico-geográfica asociada a la clasificación centroeuropea de los folkloristas finlandeses, en fin... la cuestión es que, con base en ello y en otras experiencias de sistematización, cercanas al ámbito latinoamericano, terminé por efectuar una tipología propia, determinada exclusivamente por la trama y las historias de los relatos de la colección.
Lo demás, lo más valioso de esta experiencia de investigación —la lectura analítica de los textos mayas coloniales, el análisis y disección de las narraciones contemporáneas, y la confrontación de ambas—, ya la conocen Ustedes.
Esta fue una fase durante la cual, las sugerencias y prescripciones de Teun A. Van Dijk, respecto de las macroestructuras semánticas, pasaron la prueba. Y sentí gran satisfacción, pues descubrí que todas las narraciones del corpus se atenían a una superestructura o “esquema de construcción”, más o menos flexible, según la propuesta de análisis que el autor hace, a propósito de los llamados “textos narrativos formales”, conjunto en donde se ubican las leyendas de nuestro objeto de estudio.
Sin embargo, sólo en un caso procedí al desmembramiento del relato mítico, para evidenciar su composición, su estructura; la previsible correspondencia, por ejemplo, de una resolución a cada complicación narrativa ―aunque no siempre fuera explícita―; la disposición usual de dos o más sucesos en la integración de un episodio, la ocurrencia sistemática de pequeñas evaluaciones tras la conclusión de la trama, etcétera. Fuera de ello, la apropiación y aplicación mental, casi automática, de este esquema de análisis de las narraciones, aligeró el tedioso trabajo de comprensión, deducción e identificación. Similitudes y coincidencias, por una parte, y diferencias y contrastes por otra.
Finalmente, profesores, antes de referirme a la tesis, es decir, a la proposición central que planteo en suma, permítanme una digresión mínima. Expresarles mi humilde satisfacción porque ha sido acá, y no en otra parte —con las lecturas, lecciones, ejercicios y trabajos de investigación del programa doctoral— en donde al fin tuve conciencia de la posibilidad de desentrañar la esencia e incluso la intención, en ocasiones truculenta, del discurso general.
Porque al fin me quedó claro que, el estudio de los diversos lenguajes, la lingüística, los instrumentos propios de la filología, la pragmática y en general los recursos para el análisis del discurso, dan cuenta cabal del significado, el sentido, los propósitos formales y las intenciones ―en ocasiones ocultas― de cualquier expresión humana: oral, grafica, individual o colectiva, por medios analógicos o electrónicos.
La tesis que derivo entonces, al término de las disquisiciones efectuadas a lo largo del estudio de los mitos y leyendas contemporáneas de las comunidades y pueblos mestizos e indígenas de Chiapas, radica en lo siguiente:
1. Que ciertos sucesos en ellas, aunque regularmente episodios completos en su mayor parte, e incluso la trama general de varios relatos, presentan analogías e incluso semejanzas con diversos episodios narrados en los documentos mayas coloniales.
2. Que los relatos mayas vigentes, estudiados, presentan afinidad y en algunos casos similitud con los mitos expresados en aquellos documentos, pero también con ciertos episodios o escenas iconográficas de los mayas antiguos.
3. Que de ello se colige la conexión de los mitos y leyendas contemporáneas con la mitología maya específica sobre la creación del hombre y su entorno; ascendencia u origen que se confirma al identificar coincidencias entre el summum cosmológico expresado en el conjunto de relatos del corpus, y la esencia cosmogónica, cosmológica y religiosa de los antiguos mayas.
Y que, por tanto, los mitos que se expresan en la mayor parte de las leyendas contemporáneas de los pueblos de Chiapas, se corresponden, mutatis mutandis, con los tópicos fundamentales de la mitología vinculada al pensamiento cosmológico y antropocéntrico de la civilización maya, durante las diversas fases de su desarrollo histórico.
Es todo, profesores. Gracias. cruzcoutino@gmail.com
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