sábado, 31 de agosto de 2024

NUESTRO PATRIMONIO CULTURAL

A donde quiera que te encontrés, va pa’vos, amigo, mi abrazo y mi palabra, y… de pronto, lo que te puedo decir es que ha sido excelente la idea de ustedes; me refiero a los amigos, colegas y adherentes. Los que se juntaron con Vale para convencer a los del Heraldo respecto del suplemento cultural. Muy bien, Mario, y todos los del elenco, aunque… referirme como es tu deseo a esas cuestiones de “representaciones idiomáticas” se me hace complicado. Harto complicado sobre todo en el caso de Chiapas y siendo yo un simple lector y maestro, como has de recordar.

Lo que me queda claro, y tú has de estar de acuerdo conmigo, es que en Chiapas no contamos con un sola lengua o idioma, o un solo sistema lingüístico para expresarlo. Pues además del castellano, ahí están el tzotzil, el tzeltal, el ch’ol, el tojolabal, el zoque, el mame, el maya-lacandón y si me apurás, pongo en la misma lista al chuj, al mochó y al cakchiquel. Pero, además, tendríamos que reconocer que, aunque el idioma español es uno solo aquí, en América y en España, el lenguaje que utilizamos los chiapanecos quiero decir, las expresiones y el vocabulario que nos son típicos, e incluso en parte, la gramática que hemos configurado para expresarnos se diferencea (y cambea) bastante del cultivado en el resto del país.
 
En Chiapas hablamos un castellano particularmente hermanado al de Guatemala, muy próximo al de Centroamérica en general. 
 
Y eso no es todo. Los hablantes de Pichucalco, Palenque y Playas tienen su “cantadito”, su léxico propio y giros expresivos característicos. Los de Comitán y su área de influencia, hasta Comalapa y Chicomuselo tienen el propio; los coletos y toda la región de Los Altos el suyo, que ni duda quepa; los del Soconusco igual, y ya ni se diga de nosotros los frailescanos, los de La Concordia, Jaltenango, Montecristo de Guerrero, Villacorzo y Villaflores.
 
Y debe incluirse ahí, en la misma franja dialectal del Centro, a Suchiapa, Tuxtla, Berriozábal, Ocozocoautla, San Fernando y la parte meridional de Chiapa. De modo que deben considerarse las variedades o formas dialectales del castellano que usamos en Chiapas, atendiendo a nuestra rica diversidad de regionalismos y a las características de nuestra habla particular.
 
Pero volvamos a tu idea. A lo que llamas “representaciones”: figuras e imágenes que sustituyen a la realidad. Mismas que corresponderían a la comprensión intelectual de los idiomas y formas dialectales, por una parte, y por otra, a las lenguas en tanto que instrumentos de creación y recreación literaria, anticipación de acontecimientos, e interrelación de contenidos diversos. De ahí que una línea importante de reflexión, análisis e investigación esté en este hecho: en cómo a través del lenguaje y de nuestra reiterada comunicación, forjamos identidad.
 
Sí. Identidad histórica, geográfica y sociocultural, siempre referida a un espacio determinado. Y ahí está la cuestión… el verdadero valor del ejercicio inveterado de la lengua.
 
© Nuestras lenguas y tradiciones, elementos importantes
de nuestra identidad cultural.
Chiapa de corzo. Chiapas (2004).
Pues, ¿No es cierto que, en el caso de Chiapas, su sociedad, sus lenguas y sus culturas son depósitos y productos del bagaje intelectual de las “antigüedades” mesoamericanas, del largo período colonial y del lento proceso de mestización o hibridación cultural? Pues bien… emprendamos su conocimiento. Manos a la obra. Vamos a estudiar y divulgar los saberes asociados a la narrativa tradicional, por ejemplo. Los conocimientos ancestrales que poseemos sobre la naturaleza, recursos y ciclos climatológicos. La preparación de alimentos, bebidas y propiedades medicinales de hierbas y plantas. Nuestras ideas y tratamientos asociados a los procesos de salud, enfermedad y muerte. Las oraciones y ensalmos integrados a los rituales y ceremonias curativas del chamanismo. Aunque también del curanderismo, nagualismo, animismo y en fin.
 
Deberían estudiarse también, y todo en el contexto de las representaciones idiomáticas del castellano en Chiapas: los mitos ancestrales, cosmogónicos, cosmológicos, mágico-religiosos y de la vida real; todos expresados a través de las leyendas y demás expresiones narrativas. Las lenguas, morfología y fonética indígenas; el habla popular y los giros del lenguaje a los que he hecho referencia; la lexicografía zonal de nuestras regiones dialectales, los saberes sintetizados en el nombre asignado a los objetos e instrumentos de uso cotidiano y a los sitios y puntos de referencia (“toponimia”, rezan los diccionarios). Refranes, dichos y sentencias; chistes, albures y otras expresiones festivas; canciones, rondas infantiles, adivinanzas y trabalenguas; formas del lenguaje gestual y corporal; fórmulas de tratamiento y cortesía...
 
Y ahí paro porque hasta flato da, mi querido Mario. Pues son tantísimas nuestras necesidades y tan poco halagüeños los recursos que el Estado destina a ellas… recursos de todo tipo incluso intelectuales, que da ganas de apretarles el pescuezo. Pero no a los intelectuales y estudiosos, sino a los aprendices habituales que siempre desgobiernan.
 
Y ya me voy. Échale ganas a tus tres mil empresas mi buen Mario y hasta pronto.
 

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