Pensando en el padre Gumaro Díaz López.
Ahora comprendo mejor cómo los mayas mesoamericanos, y en general los pueblos de la antigüedad, temían el entorno cerrado por las nubes, la desaparición del sol y la lluvia incesante; típicas de los temporales y el tropical “mal tiempo”. Ello anunciaba en su época tanto como ahora, augurio de adversidades: inundaciones, desbordamiento de ríos, desgajamiento de montañas, reblandecimiento del suelo y pérdida de casas y trabajaderos. Era, tanto como hoy, imposible trabajar en tales circunstancias en el campo. Los caminos se ponían intransitables, las zonas cenagosas se inundaban, la coa y el palo sembrador se atascaban en el lodo, la maleza eliminada pronto rebrotaba, la semilla se pudría en el barro, y las cosechas menguaban o se echaban a perder.