sábado, 30 de noviembre de 2024

CÉSAR Y LOS CORZOS MAPACHES

A Jorge Luiz Zuarth Macías

A raíz de que Tania Ochoa, Eric Ovando e Isabel Ocaña preparaban la biografía del maestro César Corzo, decidimos un día, invitarlo a comer. Yo dirigía la investigación, pretendían con ello graduarse como comunicólogos. Nos dimos cita en Las Pichanchas el cuatro de abril, mientras la tesis fue presentada el 28 de julio. La titularon César Corzo. El Mural de su vida, un ladrillo de 350 páginas. Ese día conversamos amenamente con el pintor, filólogo y Premio Chiapas. Tras mi presentación, hice algunas preguntas sobre sus recuerdos más viejos. Las tesistas grabaron sus palabras por un rato, aunque luego suspendieron, por las cervezas y el famoso pumpo.

Comparto entonces, la transcripción de su voz. Queda pendiente la reseña de esa contribución magnífica.


Los hermanos, la familia

[…] gran retahíla de hermanos. Luego nació un niño que murió pequeño, [después] nací yo en 1933 y luego nació una hermana que vive en México. Ella es química por la UNAM, le gusta la literatura, y la poesía sobre todo. Luego nacieron los gemelos, el ingeniero Hugo Corzo… gemelo de una mujer que es maestra y se llama Betty. Ambos ya están jubilados, viejos. Luego nació otro varón, Rafael, que vive en Copoya y es escultor —solo que empezó muy [tarde]—, tuvo no se qué problemas y vivió de ranchero mucho tiempo. Hace como diez años vendió su rancho y le entró de lleno al arte. Luego sigue mi hermana menor… la última, la que fue de una camada de triates; la que se llama Hilda. Ella no hizo ninguna carrera, [tan sólo] porque no quiso; todos con varios hijos. Solo mi hermana Betty se quedó sin nadie. 
Cesar Corzo, filólogo y artista plástico. 


El famoso Sínar Corzo

No, no. [Qué bueno] que hubiera sido mi hermano. Sínar Corzo fue mi tío, hermano de mi padre, un hombre extraordinario. Yo lo admiré mucho; decían que era muy malo, pero no era cierto. Újale… ¡Qué no recuerdo de él!… [Durante la revolución] lo que ahora es Carranza, que [antes] se llamó San Bartolomé de Los Llanos… ahí estaba [él] estacionado en la plaza. Según cuentan… ahí cantaba y dicen que cantaba muy bonito... Llegaron los carrancistas a desalojarlos, [la tropa] del general Desiderio García, [a quien] yo conocí ya viejo. Era el jefe de ese grupo y se desató la balacera. Entonces él [Sínar Corzo] se metió a una casa y a través de una ventana, a cualquiera que pasaba se lo tronaba. Y dice mi [tío]:

—Varias veces pasó el general Chilelo. Andaba con una camisa de charro, de esas que traen un águila en la espalda y un como zopilote y… ¡Pumm! ¡Moles! Pero como había muchos caballos, ¡No le pude pegar! Se salvó de milagro el jijo… como unas diez veces. Y pasaba y pasaba [a la] rienda con el caballo.

Luego se hicieron muy amigos. Aquí en Tuxtla —yo lo recuerdo— cuando yo era chamaco, se juntaban los carrancistas y los mapaches… los mapaches viejos… a platicar sus anécdotas. Se echaban unos a otros, pero en son de broma. Eran carcajadas las que se oían desde una cuadra. Cuando había bulla, [seguro es porque] estaban los mapaches.


Héctor y los otros Macías
Uno de los líderes de la guerrilla mapache fue Héctor Macías, el de…

DE LAS BARBAS DE CARRANZA,
VOY A HACER UNA FALSÍA
PA’ENJAQUIMAR EL CABALLO
DE MI CORONEL MACÍAS.

Ellos [los Macías, fueron] varios hermanos —ya murieron todos—. Pero el más notable fue Héctor, que quién sabe porqué se desterró… Quién sabe qué pleito había entre ellos. Y… se fue a Costa Rica. [Dicen que] ahí se hizo [famoso], que se hizo héroe, según me comentaron sus parientes. Que… porque encabezó un movimiento de liberación y triunfó. Tanto es que ahí, en [San José de] Costa Rica tiene una estatua. Le dije a sus parientes… no mientan porque voy ir a conocerlo. A ver si es verdad sus mentira.

También estaba Federico Macías, otro militar, aunque muy bolo, y… Nicolás Macías que… eran puros hombres grandotes, muy bien dados y… entre las mujeres, [estaba] tía María, una de mis tías, [a quien] conocí ya grande, de los Macías, hijos de Lachito Macías, [quien] vivió como cien años y fue de los fundadores de Villaflores; [de] los que llevó don Julián Grajales para fundar Villaflores. Villaflores [en ese tiempo] era una hacienda que se llamaba Catalina la Grande, en honor a la… a aquella reina rusa galana [...]. No. No era Santa Catarina, solo Catalina la Grande. [Así fue como] la fundó mi tatarabuelo, el que se llamaba Carlos Moreno —un español—, [sobre esa] hacienda muy grande.

Julián Grajales le compró a mi bisabuelo esos terrenos, que era un latifundio de saber cuántos miles de hectáreas. Claro, la compró para fundar Villaflores, así que se llevó a todos sus amigos y parientes de aquí, de Chiapa de Corzo, de la Ribera, y [éstos] se llevaron a sus peones. En ese tiempo los peones eran como sus hijos de los hacendados: no los odiaban, trabajaban sí, [pero] los querían, los respetaban.


El carrancista Santana Hueso

Tuve la fortuna de platicar muchas veces con tío Sínar Corzo. Escuché hablar de uno que le decían Santana Hueso [Santana Córdova, carrancista]. Santana Hueso era enemigo personal de mi tío. [En una ocasión] se juraron ambos… que cuando se encontraran otro, se iban a matar. Y cuando el gobierno del general Salvador Alvarado, que vino aquí, a reprimir [el levantamiento] mapache, cuando ya era gobernador de Yucatán… Alvarado fue… es un héroe el general, pero [fue] un gran cabrón: ordenó la concentración de la población rural de todo el Estado… para [cortar de tajo] el apoyo que los mapaches tenían del pueblo… porque los mapaches tenían mucho apoyo… Toda la rancherada la trajeron a los pueblos. Que fue una gran tontería, pues… ahora sí que no había de comer. El campo abandonado.

Llegó a La Muralla, que era de mi abuelo Elpidio Corzo, que era papá de mi papá y de mi tío Sínar. Llegó la tropa a traerlos y [entonces] todo se acabó. Los encaminaron a Coita… Se vino mi abuelita, dos de mis tías, hermanas de mi papa… a pie las trajeron hasta un rancho que se llama[ba] La Cañada que esta[ba] a medio camino… como a 150 kilómetros [desde Villaflores] y Santana Hueso iba en esa tropa. Dicen [que dijo] mi tía Marilita, quien era una chamaca de quince años:

—Aquí traía yo, la cabeza de Santana Hueso en mi nuca. Y venía el hombre flaco, y nos miraba con sus ojos hundidos; fiero, fiero, que me daba miedo. Y yo de cansada ya venía que me agarraba el sueño. Sentía el juelgo del caballo aquí en la nuca.

Total, que acamparon en un rancho y la mujerada y los niños en una casa y… decía mi tía marilita: —ya en la noche llegó Santana Hueso, a querernos sacar para matarnos. Y entonces le dijo a un guardia en la puerta: —Oye sácame una lista de mujeres, parientes del tal Sínar Corzo. Esas se llaman… fulana, zutana…


—Óyeme Capitán… pero yo no tengo orden.

—¿Y cuál más orden, si yo te lo estoy ordenando?

Pero ahí había un jefe, [por] encima de Santana Hueso, [quien] era medio-amigo de mi familia, de la familia Corzo.

—No. Si no me avisa mi Coronel, no.

Y ahí estaban alegando si sí, o si no, cuando llegó el Coronel.

—¿Quéee pasó? [¿Qué pasa aquí?]

—Nooo pues aquí el Capitán...

—Nada de eso. Aquí no sale nadie y ya. Retírense.

—Pero si la ves, ahí la matas. —Así decía Santana Hueso, porque era malo, un criminal.


Los pálpitos del Coronel

[El tío Sínar Corzo] era un literato oral… creo que así les llaman ahora. No escribía. Nunca escribió, pero podíamos oírlo. Porque había que oírlo [para vivir sus historias]. Pasaban hooras y no te aburría. Era cuentero de los meros buenos. El cuento pues, [el de] Los pálpitos del Coronel Furia… esa historia varias veces lo contó mi tío Sínar, [quien] tenía fama de valiente, [aunque] tenía mucho miedo. Era un hombre honesto y decía:


EL PÁLPITO DEL CORAZÓN, NI HACERLE CASO.
EL PÁLPITO DEL PRESENTIMIENTO, ES PORQUE ALGO MALO VA A PASAR.
AL PÁLPITO DEL ESTÓMAGO, ESE RUIDO NI HACERLE CASO.
PERO… ¡AL PÁLPITO DEL CULO!… ESE SÍ —DECÍA A CARCAJADAS—
A ESE SÍ ¡HAY QUE HACERLE CASO!


¡Ay, ese Laco [Zepeda], mentiroso! Le puso así al cuento, pero no le dio créditos al tío Sínar Corzo.

Yo nunca bebí trago con Sínar, porque él era una persona mucho más grande. [Y además] solo [bebía] con la gente que lo escuchaba. Pero ahí… cuentan: mejor ni hablar uno. Porque hablaba tan bonito que para qué le quitábamos la palabra. Y tan gráficamente describía las batallas, [sus historias], que se podía escuchar el tropel de los caballos y [sentir] el olor de la pólvora. [Era tan gráfico su lenguaje y con tanta propiedad que hablaba…]. De veras, era extraordinario.

[Era un tipo bien parecido…]. Pues era una especie de león, aunque calvo. [Fue] pelón desde muy joven y... tenía los ojos cafés claros… majestuoso, muy digno, siempre erguido. Era ancho de espaldas, fuertote, [aunque] sus piernas eran algo cortas. Era espaldudo y sus pechos eran notables; o sea… [era un hombre que tenía carisma y…] es queee el carisma es un don divino… donde quiera que se paraba, aunque que llegara sin la intención de llamar la atención, llamaba la atención… aunque no hablara.


Fidel Castro, Siqueiros y Sínar Corzo

Yo tuve la fortuna de conocer tres hombres carismáticos desde mi perspectiva: Fidel Castro, [a quien] conocí bastante bien. Estuve [con él] dos meses y medio. David Alfaro Siqueiros, que presumo fuimos amigos durante algún tiempo —hasta que nos peleamos, [pues él] tenía su carácter y yo el mío—. Y Sínar Corzo, mi tío, que era una fascinación. Corría[n] de boca en boca sus aventuras, sus anécdotas, pero yo [aún no lo conocía] pues… se había huido a la Costa. Ya cuando lo conocí, yo tenía como veinte años.

[Cuentan que allá] fue caporal de un rancho muy grande, de un señor Garza Cabello: una hacienda que se llamaba San Ramón, en Arriaga. Y [que] después vendió su rancho Santa Anita, el mejor rancho que exist[ía] en la zona, que era el nuestro, y que le tocó [en] herencia. Y ya… con lo que ganó allá, después compró Palo Blanco, que todavía existe, y es propiedad de uno de sus hijos. Ganado a lo bestia… ¡Muy trabajador! Pero lo más notable: su carisma.


Corzo el Ángel Gato

El único hijo que le conocimos [al tío Sínar Corzo, fue] Ángel, que le decíamos Ángel Gato, porque eran muy parecidos sus ojos [a los de los] gatos. Ojos muy claros, [y era tan] hábil como los gatos. Ese [fue] otro personaje notable. Una especie de bandido, que lo persiguió la policía mucho tiempo y… como sucede hasta hoy, nunca lo pudieron agarrar.

El Gato echaba bala con los que seee… con los que se atravesaran; por nada o por todo: el machismo de aquel tiempo que todavía algunos de nosotros lo llevamos mal… Ángel no sabía quién era su papá: si mi tío Ángel Corzo o mi tío Sínar. Entonces se llamaba Ángel [y ello suponía o…] quería decir, que era hijo de mi tío Ángel. Porque en la época de la revolución escaseaban las mujeres y entonces… a veces, cuando llegaban [ambos], a los ranchitos, ahí conseguían una… y aprovechaban los dos. Ya luego no sabían ni quién era el papá.

Pero con el tiempo comenzó a parecerse muchísimo al tío Sínar. Y entonces ni hablar, ahora sí que toda la pinta… pero también, muchas otras aventuras [se contaban] de Ángel.

El más pequeño de’sa familia revolucionaria, [fue] mi papá y... nosotros no emigramos nunca. Ahí nos quedamos largo tiempo. No fuimos a ninguna… no nos fuimos a ningún lado. Todavía existe el Rancho Palmira… El tío Sínar sí huyó, pues… lo andaban persiguiendo… [La finca] Palmira tenía 450 hectáreas que mi papá logró hacer con su gran esfuerzo. Él trabajaba mucho y casi no contrataba gente. La gente, los trabajadores, éramos nosotros. Cuando veníamos de vacaciones nos ponía a echar machete, a echar hacha… trabajo rudo. Se ampollaban nuestras manos… [aunque] luego-luego se hacían callo.

Ya desde ese tiempo no me gustó el trabajo del campo, pero ahora agradezco [todo eso], porque me hizo diferente… nos enseñó a esforzarnos. A luchar por la vida y a soportar el hambre.



Otras crónicas en cronicasdefronter.blogspot.mx

Permitimos divulgación, siempre que se mencione la fuente.

1 comentario:

roberto chanona dijo...

Que gusto escuchar a César, tuve la fortuna de ser su amigo, y platicamos mucho. Felicidades por este trabajo de recuperación del gran artista César Corzo.